sábado, 26 de abril de 2008

En nuestro Chile surrealista.


¿Valdrá la pena recordarle a la izquierda?.....
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"Por eso mismo, y con el claro propósito de terminar con la guerra y pacificar al país, el Gobierno Militar decidió en 1978 dictar la Ley de Amnistía. O sea, poner “punto final” –¿y por qué no?– a la división y la lucha fraticida, permitiendo a los actores involucrados, tanto en actos terroristas como en excesos represivos, deponer el tema y reintegrarse a la normalidad.
sa ley tuvo vigencia real. La izquierda debería recordarlo. Más de 750 personas involucradas en delitos de corte subversivo-terrorista se vieron favorecidas con la amnistía. Hasta Nelson Gutiérrez, de la más alta jerarquía del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) –quien actuó representado por el abogado de DD. HH. Héctor Salazar– fue amnistiado.....
Otra institución jurídica ancestral, como es aquella llamada “indulto” –que en estos días ha permitido dejar libres de polvo y paja a numerosos narcotraficantes en nuestro país– operó generosamente. Casi 300 indultos dictados por el Presidente Patricio Aylwin favorecieron a otros tantos condenados por delitos terroristas, por infracción a la Ley de Control de Armas y por maltrato de obra a Carabineros. Había entre ellos varios condenados a cadena perpetua por homicidio calificado.
Hasta ahí, entonces, tres principios consagrados casi universalmente –amnistía, prescripción e indulto– cumplieron su propósito: pacificar y poner “punto final” a las situaciones comentadas.
Pero hubo un cambio repentino, inexplicable y pernicioso en el panorama del proceso pacificador. Sin tener siquiera atribuciones para hacerlo, el Presidente Aylwin –a quien sus alumnos de derecho en la Universidad de Chile recuerdan por sus enseñanzas sobre la separación de los poderes del Estado, la majestad de la ley y la vigencia del Estado de Derecho– instruyó al Poder Judicial en el sentido de desatender la vigencia de la Ley de Amnistía y del principio de la prescripción, con un encubierto propósito de perseguir a los militares –claro, ya no había extremistas a quienes perjudicar– en lo que se llamó la “doctrina Aylwin”.
A poco andar, los jueces se entusiasmaron, y no sólo dejaron de aplicar la ley en lo que a amnistía y prescripción se refiere, sino que también ampliaron su incumplimiento al principio de la “cosa juzgada” y crearon la ficción legal del “secuestro permanente”, con lo cual hasta hoy se auto-eximen de la aplicación de aquellos conceptos y preceptos básicos.
Probablemente sean los jueces los únicos que se han visto conmovidos por la actual suerte de personas que han permanecido por 30 años secuestradas, probablemente mal alimentadas, desatendidas en sus necesidades de salud y abrigo, cuidadosa y onerosamente ocultadas y presumiblemente sepultadas a escondidas en caso de fallecimiento por vejez o enfermedad. Algo que nadie, ni siquiera los familiares de los llamados “detenidos desparecidos”, dentro de su comprensible dolor, se creen. Pero como la justicia es ciega, es más fácil no ver..."

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